lunes, 19 de mayo de 2014

La lepra a lo largo del tiempo


Definición:

Infección granulomatosa crónica causada por el Mycobacterium leprae. Las lesiones granulomatosas se manifiestan en la piel, en las membranas mucosas y en los nervios periféricos.

Clasificación: 

Sus principales dos formas son la lepromatosa y la tuberculoide. Esta diferenciación tiene que ver con la respuesta inmunológica de los pacientes y sus manifestaciones físicas visibles. En la lepra tuberculoide se produce una buena respuesta inmunológica celular pero una baja producción de anticuerpos y en los tejidos infectados hay relativamente pocos bacilos. En la lepra lepromatosa por su parte, aparecen maculas eritematosas, pápulas y nódulos, destrucción de tejido cartilaginoso nasal y de las orejas apareciendo en fases avanzadas la típica “cara de leon” (facies leonina), también los nervios periféricos se ven afectados con perdidas sensoriales que trae traumas secundarios en pies y manos por falta de sensibilidad.






Lepra tuberculoide. Granuloma de células epitelioides linfocitas infiltrando y destruyendo un Filete Nervioso Hematoxilinacosina 40x. 




Lepra Lepromatosa. Granulomas de células espumosas con abundantes bacilo ácido-alcohol resistendtes conformando glocias infiltrando las glándulas sudoriparas. 
Coloración de Ziehl-Neelsen


Historia:

En 1876, el noruego Gerhard Armauer Hansen descubre el agente causal de la lepra, quitándole parte de la vergüenza que carga el enfermo al demostrar que no es Dios quien castiga al enfermo sino que este ha sido colonizado por una bacteria similar al bacilo de la tuberculosis, llamadoMycobacterium leprae y en honor a su descubridor, se le conoce también como Bacilo de Hansen. Al igual que la tuberculosis, la lepra también tiene tratamiento con el empleo combinado de antibióticos y el leproso ya no es aislado de la comunidad pudiendo integrarse a ella sin restricciones de ninguna índole. El tratamiento actual permite una cura del 99 %. El bacilo desaparece del organismo y el enfermo deja de ser contagioso, sus deformaciones físicas sufren regresión, solo las secuelas neurológicas y los traumas mecánicos en las extremidades son irreversibles. El paciente experimenta una mejoría considerable y su calidad de vida sufre un cambio cualitativo notable.



La lepra tiene periodos de incubación muy largos, a veces hasta decenios. Esto quiere decir que el periodo que va desde el momento del contagio hasta la aparición de los primeros síntomas se puede medir en años. No todos quienes toman contacto con el bacilo de Hansen adquieren la enfermedad y hay un componente genético que hace a algunas personas inmunes al flagelo.






La lepra como fenómeno social:


Existe entre los conceptos enfermedad y vida una relación inseparable y dependiente una de la otra, ya que no podríamos hablar de una premisa sin que faltase la otra; es así que la enfermedad existe desde que se inicia la vida misma.

La enfermedad es un fenómeno universal. Por lo que todos los grupos humanos han desarrollado uno o varios sistemas para combatirla. De esta manera han creado categorías para designarla, explicarla y/o justificarla.

A través del estudio de la cultura, es posible analizar la enfermedad desde una óptica holista, donde es importante determinar tanto su origen biológico como la explicación que el individuo tiene del fenómeno y las políticas sanitarias llevadas a cabo. De esta manera se estudia al individuo no sólo como mecanismo biológico, sino como ese ser que es cuerpo, mente y cultura; donde el estudio de la religiosidad, la magia, los prejuicios, la moral social existente, el temperamento, los estados anímicos, el desarrollo industrial y los factores históricos y económicos son determinantes para comprender el desarrollo de una enfermedad epidémica.

El concepto de enfermedad ha ido cambiado a través del tiempo. En la Edad Media, por ejemplo, la enfermedad era entendida como una maldición que aquejaba a una comunidad, producto del castigo divino; en ese momento la idea de padecer que recaía en un individuo se entendía más como perteneciente al colectivo; y en ese sentido la enfermedad era concebida como "de una comunidad" afectada.

La enfermedad concebida como castigo divino fue producto de los preceptos religiosos de la Biblia:

· "Y dijo: Si escuchas atentamente la voz del señor tu Dios, y haces lo que es recto ante sus ojos, y escuchas sus mandamientos, y guardas todos sus estatutos, no te enviaré ninguna de las enfermedades que envié sobre los egipcios; porque yo, el señor, soy tu sanador." (Éxodo 15:2)

· "Tomaron, pues, hollín de un horno, y se presentaron delante de Faraón, y Moisés lo arrojó hacia el cielo, y produjo furúnculos que resultaron en úlceras en los hombres y en los animales." (Éxodo 9:10)

La Biblia es, sin duda alguna, el libro en el que la lepra adquiere una mayor importancia histórica y social. La palabra que se usa en los evangelios para referirse al acto en el que Jesús alivia a los leprosos de sus males no es curar, sino limpiar. Esto indica, sin lugar a dudas, que la lepra no era considerada como una enfermedad sino como un signo de impureza y de suciedad.

Por lo tanto, la idea de enfermedad que primaba era: la enfermedad como un castigo; y el designio a enfermarse provenía de fuera de la persona.

La enfermedad de la lepra es reconocida como una epidemia de las más contagiosas y más antiguas. Durante la Edad Media asoló terriblemente a las comunidades. Fue entendida por la religión como castigo divino. Otra explicación que se daba de esta enfermedad era la de atribuirse a la ingestión de carne de cerdo o de condimentos, como el ajo y la pimienta.

Por ser una enfermedad incurable y contagiosa se le mantuvo a distancia, creándose así los leprosarios, centros en donde estarían recluidos los afectados, donde no infundirían temor y donde el peligro al contagio desaparecería. Por lo que los sistemas de exclusión comenzaron a funcionar; en efecto disminuyó el contagio de la enfermedad, pero también fueron sentadas las bases de justificación para segregar al enfermo contagioso, fue utilizada la palabra "leproso" para designar al enfermo contagiado de lepra, calificativo con carácter peyorativo y con una significación de rechazo.

Con la enfermedad de la lepra también son creados valores y representaciones sociales de la enfermedad, es decir, el leproso tendrá una representación social o imagen que será distinguible de otro enfermo: las deformidades físicas y aparentes con las que cursa el enfermo de lepra, junto con la mutilación de la parte afectada, y las secreciones, crean una imagen característica de la enfermedad que la hace distinguible de otras.

El horror, el temor y el contagio que la lepra infundía fueron la justificación para que los demás lo apartaran, recluyéndolo en lugares donde existían "otros como él"; en este lugar el leproso no sería rechazado ni juzgado y sería aceptado tal como era. Junto a otros como él que padecían la enfermedad y que se identificaban como dentro de la "norma" para ser aceptados. Fueron creados así los leprosarios: centros de acogida de enfermos.

La lepra fue considerada una de las plagas que ensombrecieron la Edad Media. "El temor a todas las enfermedades juntas no podía compararse al temor que infundía la lepra" [McMillen, 1969). Durante los dos siglos siguientes, la lepra se convirtió en uno de los problemas más graves y temidos de salud pública en Europa.

Desde aquí podemos observar cómo se estableció una interesante separación figurada entre cuerpo enfermo y espiritualidad sana. Se pensaba que mientras se asumiera la enfermedad como prueba de sacrificio en vida, espiritualmente eso enaltecía al individuo; también cabe mencionar que la medida más eficaz para controlar la enfermedad fue la de aislar a los enfermos de los individuos no contagiados.

En pleno siglo XXI, la lepra es una de las enfermedades con menor incidencia en todo el mundo, la vacuna BCG protege contra la enfermedad, junto con la quimioterapia; en la actualidad son los métodos mas eficaces para combatirla.

Desaparecida la lepra, olvidado el leproso, o casi, estas estructuras permanecieron en la memoria histórica de las culturas. A menudo en los mismos lugares, los juegos de exclusión se repetirán en forma extrañamente parecida, dos o tres siglos más tarde [Foucault, 1992].

Estas estructuras aparecen nuevamente con el cáncer y con el SIDA

Cuando la enfermedad era diagnosticada en un paciente, el sacerdote iba a su casa y lo llevaba a la iglesia entonando cánticos religiosos. Una vez en el templo, el sujeto se confesaba por última vez y se recostaba, como si estuviera muerto, sobre una sábana negra a escuchar misa. Terminada la homilía, se le llevaba a la puerta de la iglesia, donde el sacerdote hacía una pausa para señalar: "Ahora mueres para el mundo, pero renaces para Dios". Luego se le recordaban las palabras del profeta Isaías, aquellas en que se establecía una relación entre Jesucristo y la lepra, para reconfortar al enfermo. Una vez dicho esto, se llevaba al doliente a los límites de la ciudad donde se le recitaban las prohibiciones: se le prohibía la entrada a iglesias, mercados, molinos o a cualquier reunión de personas; lavar sus manos o su ropa en cualquier arroyo; salir de su casa sin usar su traje de leproso; tocar con las manos las cosas que quisiera comprar; entrar en tabernas en busca de vino; tener relaciones sexuales excepto con su propia esposa; conversar con personas en los caminos a menos que se encontrara alejado de ellas; tocar las cuerdas y postes de los puentes a menos que se colocara unos guantes; acercarse a los niños y jóvenes; beber en cualquier compañía que no fuera aquella de los leprosos; caminar en la misma dirección que el viento por los caminos. Además, se le ordenaba que cuando muriese debía hacerse enterrar en su propia casa.

Una vez proferidas todas estas prohibiciones, se le daba al leproso su ajuar completo: una capucha de color café o gris, zapatos de piel, un par de castañuelas para avisar a la gente de su proximidad, una taza, un bastón, un par de sábanas, un cuchillo pequeño y un plato. El leproso quedaba confinado a vivir en el campo abierto y asentar su morada alejado de todas aquellas personas que no habían sido castigadas con la lepra. Allí viviría y moriría, con suerte acompañado de su esposa (si es que ésta no pedía el divorcio), y nunca más podría presentarse en lugares públicos. En algunos lugares de Inglaterra incluso se creó el concepto de las "ventanas para leprosos". Estas ventanas, colocadas casi a ras del suelo en las paredes de las iglesias, permitían a los leprosos ver la misa desde afuera. La creación de las leproserías promovió aún más la discriminación y el miedo hacia los leprosos.



La lepra en la actualidad

El control de la lepra ha mejorado mucho gracias a las campañas nacionales y locales llevadas a cabo en la mayor parte de los países donde la enfermedad es endémica. El diagnóstico y tratamiento de la enfermedad se han visto facilitados por la integración de los servicios primarios contra la lepra en los servicios sanitarios generales.

La detección de todos los casos en cada comunidad y la compleción del tratamiento multimedicamentoso prescrito son los principios básicos de la Estrategia mundial mejorada para reducir la carga de morbilidad debida a la lepra: 2011-2015.

La estrategia hace hincapié en la necesidad de mantener los conocimientos especializados y aumentar el número de personal capacitado para atender esta enfermedad, mejorar la participación de los afectados en los servicios de atención a la lepra y reducir las deformidades visibles (también llamadas discapacidades de grado 2), así como la estigmatización relacionada con la enfermedad.

Los programas nacionales de lepra para 2011-2015 se han centrado más en las poblaciones desatendidas y las zonas de acceso difícil, con el fin de mejorar el acceso y la cobertura. En vista de que las estrategias de control son limitadas, los programas nacionales tratan activamente de mejorar la retención de los casos, el rastreo de los contactos, el seguimiento, la derivación de los pacientes y la gestión de los registros.

Según los informes oficiales procedentes de 115 países, la prevalencia mundial de la lepra registrada a finales de 2012 fue de 189 018 casos, mientras que el número de casos nuevos notificados en el mundo ese mismo año fue de 232 857, en comparación con 226 626 en 2011.

Las estadísticas mundiales revelan que 220 810 (95%) de los nuevos casos de lepra se notificaron en 16 países, y que solo el 5% restante procedía del resto del mundo.

Todavía quedan focos de gran endemicidad en algunas zonas de muchos países, aunque aquí solo se mencionan algunos a modo de referencia: Angola, Bangladesh, Brasil, China, Etiopía, Filipinas, India, Indonesia, Madagascar, Mozambique, Myanmar, Nepal, Nigeria, República Democrática del Congo, República Unida de Tanzanía, Sri Lanka, Sudán y Sudán del Sur.








La lepra en la Argentina


El área endémica de esta enfermedad está integrada por las provincias del noroeste, nordeste y centro del país: Chaco, Formosa, Corrientes, Misiones, Santa Fe, Entre Ríos, Córdoba, Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Buenos Aires y la Capital Federal.

Epidemiológicamente son más importante las provincias del nordeste, norte de Santa Fe y los conglomerados poblacionales del Gran Resistencia, Rosario y el Gran Buenos Aires.

Además hay que tener presente que las migraciones internas condicionan la posibilidad de tener un enfermo de lepra en cualquier punto del país.

· ¿La lepra es un problema en la Argentina?: Sí, ya que a pesar de la efectividad de la terapéutica, el problema continúa.Desde hace diez años se detectan entre 300 y 400 casos nuevos de lepra por año.

· ¿Cuántos enfermos hay en el país?: En la Argentina existen actualmente 554 pacientes en tratamiento, de los cuales 299 fueron diagnosticados durante el año 2012.

Esto no significa que actualmente no existan más enfermos de lepra en el país.

Hay que considerar (lamentablemente) a las personas que actualmente están enfermas y no fueron todavía diagnosticadas.


Tratamiento:

 El primer avance importante se realizó en los años cuarenta con la obtención de la dapsona, medicamento que detuvo la enfermedad. No obstante, la larga duración del tratamiento —de años o incluso durante toda la vida— dificultaba su cumplimiento. En los años sesenta, M. leprae empezó a manifestar resistencia a la dapsona, el único medicamento antileproso conocido por entonces. A principios de los años sesenta se descubrieron la rifampicina y la clofazimina, los otros dos componentes del tratamiento multimedicamentoso.

En 1981, un grupo de estudio de la Organización Mundial de la Salud recomendó el tratamiento multimedicamentoso a base de dapsona, rifampicina y clofazimina, asociación que elimina el bacilo y logra la curación.

Desde 1995, la OMS proporciona el tratamiento multimedicamentoso gratuitamente a todos los enfermos leprosos del mundo; inicialmente lo hizo por conducto del fondo para medicamentos de la Fundación Nippon, y desde 2000 mediante las donaciones de los medicamentos que hacen Novartis y la Fundación Novartis para el Desarrollo Sostenible.



Bibliografía:

- http://www.who.int/en/

- http://www.sad.org.ar/

- "Discriminación, discurso y SIDA" María de la Luz Sevilla - -González. Cuicuilco vol.17 no.49 México jul./dic. 2010

- Patología estructural y funional. Vinay Kumar, Jon.C. Aster, Nelson Fausto and Abul K. Abbas 8va edición.

- http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed